Gerard Castellví
Montblanc, 1986
La obra de Castellví explora la relación silenciosa entre el ser humano y la tierra que lo sustenta, a través de paisajes, tanto reales como imaginarios, cargados de matices y texturas. En un anticipo de lo que está por venir, el artista nos lleva a recónditos rincones de colinas, en ocasiones desiertas, en otras habitadas por figuras que parecen fundirse con la naturaleza. Con reminiscencias de la tradición y un enfoque contemporáneo, sus pinceladas rápidas y expresivas nos invitan a un viaje introspectivo hacia los límites más profundos de la conciencia humana.
Castellví, formado en Bellas Artes en Barcelona y Florencia, es también profesor en la Academy of Art de Barcelona. A lo largo de su carrera, ha realizado residencias en Austria y China, y ha sido finalista en varias ediciones del prestigioso concurso ‘Figurativas’. Su obra ha sido exhibida en Italia, Japón, Reino Unido y forma parte de las colecciones del MEAM y de la Real Academia de Bellas Artes de Sant Jordi.
Más sobre el artista
Caminar en soledad es un acto de amor con uno mismo.
Caminar en soledad es una forma de meditación.
Caminar en soledad es observarse y observación.
Caminar en soledad es como pintar.
Nosotros, como pintores, nacemos, crecemos y morimos en una intensa soledad. Condición impuesta y necesaria a partes iguales. Condición que nos abre caminos, nos retuerce, nos examina y nos maltrata de manera constante.
‘Un dialogo conmigo’ es una suerte del diario pictórico al que Gerard Castellví nos deja asomarnos para ver su caminar por las montañas, las reales y las imaginadas, carente de compañía. Solo con él mismo. Con sus tierras y sus verdes, con sus figuras que solo lo son porque él nos las enseña. Porque él las imagina.
Castellví nos da pistas y nos acerca a su viaje a través de los formatos. Los pequeños, aproximaciones someras a paisajes tangibles en los alrededores de su pueblo natal, solo son el preludio de lo que está por venir. A medida que estos crecen, también crece su libertad, se deja ir, su vida interior se impone y nos la muestra sin miedo. Así pues, nos encontramos, de repente, con escenas casi a tamaño natural de figuras en rincones perdidos de una colina. No sabemos qué hacen ni por qué están ahí, quizá el pintor tampoco. Bien podríamos pensar en una bacanal descarnada de cuerpos violentos. Bien podríamos pensar en un momento íntimo del ser humano en comunión con la naturaleza.
Pudiera parecer, al fin y al cabo, que Gerard Castellví no quisiera caminar solo y nos invite a terminar con él su viaje.
Javier Ruiz