Hacer que la obra se deba sólo a sí misma es un viejo ideal del arte moderno: cortar los lazos que la unen a la realidad natural y dejarla permanecer, todo contenido dentro de sus límites puros. Retomar esta venerable pretensión sin caer en la abstracción y, además, hacerlo desde el medio fotográfico parece casi imposible. Pero Patrik Grijalvo ha encontrado la manera de apuntalar la autonomía de sus imágenes. Debilitando así su vínculo con el referente real -sin perderlo- y reivindicando su condición de objeto.

En sus manos se convierten en esculturas: piezas de un volumen delicado y sutil, conseguido mediante una serena composición de planos. El resultado, lejos de ser caprichoso o redundante, transmite una armoniosa sensación de necesidad. El artista no impone a las imágenes ninguna forma tridimensional, a su antojo, sino que las construye a partir de los atributos de la superficie fotográfica. Una de las peculiaridades de la fotografía es el enfoque, que obliga a discriminar zonas de nitidez variable y, por tanto, a marcar los distintos planos de profundidad.

Las obras de Patrik Grijalvo forman parte de múltiples colecciones de arte como: Het Wilde Weten- Rotterdam, Fundación Bilbao Arte – Bilbao, Fundación Athletic Club Fundazioa, Diputación Foral de Bizkaia, España, entre otras fundaciones privadas alrededor del mundo.

Jaime Cuenca