La obra pictórica de Beate Höing muestra mundos de imágenes basados ​​en modelos fotográficos de los años 70 y 80. La intimidad de un momento se captura en extractos. A primera vista, los motivos representados parecen una representación de un mundo ideal o un documento de tiempos pasados. El idilio pacífico es engañoso y, con una segunda mirada parece revelar un universo de ambigüedad.

Sus obras de cerámica son concebidas como un medio independiente en interacción con la pintura. El material cerámico transmite indirectamente la idea de kitsch, pero también de artesanía tradicional. Esta “hipoteca” conceptual es realzada de forma provocativa por la artista. Las chucherías y figuritas de porcelana incorporadas, que han sido el epítome de las preferencias burguesas durante siglos, amadas como artículos decorativos o recuerdos o descartadas como kitsch, ofrecen ahora espacio para lo imaginario y lo fantástico.
Figuras de niñas, niños, personas que sueñan o duermen, cuentos de hadas, criaturas míticas o animales: las figuras crecen frágilmente a partir de elementos básicos florales y opulentos, se sostienen solas o se presentan en forma de figuras que dialogan con la pintura.